martes, 5 de noviembre de 2013

CHAPTER 6

La enorme casa alejada de la población según recuerdo era tan tenebrosa. No teníamos luz, y en cambio usábamos velas. En el patio había un pozo de agua, el cual nos proveía agua para bañarnos, cocinar y limpiar los habituales desastres. Obviamente mi familia  no pagaba ninguna cuenta y/o impuesto, digamos que se las ingeniaban para sobrevivir a la época. Y lo hacían muy bien, nunca tuvieron problemas con eso.

Los días de la semana se tornaban muy monótonos. Siempre la misma catastrófica rutina. Me levantaba a la hora que quería, leía un rato, almorzaba o merendaba y ordenaba los libros. Hasta que alguno de mis padres me llamaba a la noche a cenar. Cuando tenía la oportunidad salía de mi habitación e investigaba las demás que jamás había conocido. Ninguna poseía  muchos muebles, pero los empapelados de las paredes se lucían rosas de distintos colores cada habitación.


Mi habitación era de color rosa viejo con rosas blancas. Abajo de cada rosa había un nombre que mi padre agregaba día a día. Mi cama se encontraba en el medio y en frente de ella se hallaba un ventanal gigante. Tenía forma de rombo, como un diamante plano Por esa ventana veía la ciudad a lo lejos. De noche iluminaba tanto que apenas podía dormir. Amaneceres y atardeceres pasaban y los años seguían. Era obvio que tenía que irme. Ese diamante fue lo que me dio esperanza por tanto tiempo. Sabía que detrás de esta casa había algo, una vida para mí. Solo tenía que pensar en cómo conseguirla. 

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