Defino mi primer día en la ciudad como la experiencia más
emocionante. Recién escapaba de una persecución. Estaba cansada, había caminado
kilómetros. En el camino veía los edificios a lo lejos, tan delgados y altos
como si estuvieran preparados para salir a modelar. El ruido de la ciudad
rebotaba como un eco en la ruta. Mis pies hinchados y golpeados, debido a que
estaba descalza, ya no aguantaban unos pasos más. Y fue el momento en que mis
vista comenzó a nublarse, mis rodillas no paraban de temblar, sentía mis
parpados tan pesados hasta que se cerraron dejándome recostada sobre el
pavimento de la extensa ruta.
Desperté en los asientos traseros de una camioneta. No tenia
noción del tiempo, hasta que me asome y vi por la ventana el atardecer. El sol
sobre el horizonte y el cielo de un color rojo-violáceo. Supe que la noche se
avecinaba y no tenía lugar donde parar. La camioneta en la que me encontraba
era conducida por un joven, de no más de 20 años. Todavía se notaban los pocos
años vividos en su rostro. No estaba asustada, así que con firmeza pero calmada
le pregunte quien era y porque me encontraba en su camioneta. Me miró por el
espejo retrovisor y me explico que me había
encontrado desmayada y por eso no recordaba haberme subido.
Hablando de esta inoportuna manera de conocernos, paso rapidísimo
el viaje y al darme cuenta ya estábamos en plena ciudad. Era de noche y era un
mundo vivo. Lleno de luces y shows en la calle. No estaba acostumbrada a tanto
movimiento. Mis ojos se encontraban a centímetros del vidrio de la ventana ya
que todo era tan nuevo para mí. No podía parar de preguntar por cada novedad que se nos cruzaba. En un
momento paramos, le pregunte porque y me contesto que ya habíamos llegado a su
departamento. Este joven extraño me ofreció quedarme por esa noche, si es que
no sabía hacia dónde ir, obviamente acepte. Toda la noche intente dormir pero
mis nervios no me dejaron, nunca me había alejado de mi familia.
"¿Estarían preocupados?, ¿o seguirían con sus malditos
ritos?"- pensaba.
Nunca lo podre saber. No había caso, no iba a dormir en toda
la noche. Entonces desperté a mi compañero y muy amablemente le pedí que me
llevara a conocer la ciudad. Esa noche conocí los lugares más transitados, y
también más desolados. Tengo que admitir que me sentí más cómoda en los
desolados, a pesar de que me quede fascinada con la gente nocturna. A veces no
logro entenderme a mí y que quiero, solo quiero volver a vivir esa noche.
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