No existe dedicatoria porque no tengo a nadie a quien
mencionar, aparte de mi. Está es mi historia jamás narrada. Este relato
permanecerá en mis memorias, ya enterradas.
He decidido empezar a contarles desde mi infancia, hasta
este preciso momento. Me encuentro en una pálida habitación, sin ventanas. Me
encuentro echada, obligada, en esta cama. Incomoda, sin sabanas, Mis muñecas
chillan del dolor. He pedido infinitas veces que aflojen estas cuerdas que me
atan a la molesta cama, pero se rehúsan. Insisten en el supuesto peligro que
transmito. Pero no entienden las causas de mis acciones, y por defecto sus
consecuencias. Solo soy una adolescente de 16 años. ¿Qué mal puedo causar?
Al fin y al cabo, todo empezó en una vieja casa alejada de
la transitada ciudad. Mis padres, de los cuales no daré nombres, nunca buscaron
hijos. Y mi nacimiento fue una inesperada sorpresa.
Cada tanto viene una enfermera a ver mi estado. Las odio a
todas tanto que practico la psicología en contra de ellas hasta hacerlas llorar
y que salgan corriendo de la habitación. Siempre viene una nueva, quedándose a
mi lado. Pretenden ser serias y morales perol a situación las supera. Además de
contar esta historia, es mi único pasatiempo que tengo para pasar las horas
dentro de estas 6 paredes. Solo espero y espero, con mis muñecas sangrando, mientras
miro al techo para hablarles a las simpáticas enfermeras. Esa expresión, que suelo tener, las intimida
más. No lo puedo creer, están desatando las cuerdas. Ahora la pregunta que se
me cruza es: ¿me cambiaran de habitación?
No hay comentarios:
Publicar un comentario